El ejercicio vigoriza.
La actividad física mejora el estado de ánimo y disminuye el riesgo de padecer estrés, ansiedad y depresión.
Aumenta la autoestima, favorece el buen funcionamiento del sistema inmunológico, eleva el espíritu, propicia el diálogo con Dios, lleva a la reflexión y a la toma de conciencia.
Fomenta la disciplina personal y el autodominio; es una oportunidad para acrecentar las virtudes que acerquen más a Dios.
Cuando no puedas correr, trota; cuando no puedas trotar, camina; cuando no puedas caminar, usa el bastón; pero nunca te detengas.
El que no tenga tiempo para ejercitarse, lo tendrá para enfermarse.
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