"Al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un capitán de la guardia, suplicándole: 
Señor, mi muchacho está en cama, totalmente paralizado, y sufre terriblemente. 
Jesús le dijo: Yo iré a sanarlo. El capitán contestó: Señor, ¿quién soy yo para que entres en mi casa? 
Di no más una palabra y mi sirviente sanará. Pues yo, que no soy más que un capitán, tengo soldados a mis órdenes, y cuando le digo a uno: 
Vete, él se va; y si le digo a otro: Ven, él viene; y si ordeno a mi sirviente: Haz tal cosa, él la hace. 
Jesús se quedó admirado al oír esto, y dijo a los que le seguían: 
Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe". Mateo 8, 5-10.
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