Usted ha oído hablar que el tiempo no se puede desperdiciar, ni gastar, ni ahorrar.
Decirle a alguien que no desperdicie tiempo, es como si le dijéramos a un pez en medio del océano que no desperdicie el agua.
La verdad es que nosotros no tenemos poder sobre el tiempo; está aquí, presente en todo momento, rodeándonos.
Lo que sí podemos desperdiciar, y lo desperdiciamos, es nosotros mismos; y lo trágico de este desperdicio está en lo que podríamos hacer y no lo hacemos; lo que podríamos llegar a ser, y no lo logramos.
La próxima vez, cuando usted piense que está desperdiciando tiempo, mejor cambie y diga: Me estoy desperdiciando a mí mismo.
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miércoles, 20 de noviembre de 2019
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