sábado, 23 de junio de 2012

CICATRICES.

 

Ésta es la historia de un muchachito que tenía mal carácter.

 

Su padre le dio una bolsa de clavos; le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.

 

El primer día, el muchacho clavo 34.

 

Las semanas que siguieron, a medida que él aprendía a controlar su genio, clavaba menos.

 

Descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos detrás de la puerta.

 

Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día.

 

Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter.

 

Los días pasaron y el joven pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más clavos en la puerta.

 

Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo:

 

Cada vez que tú pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves.


Reflexión:

 

Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero la cicatriz durará para siempre.

 

Una ofensa verbal es tan dañina como una ofensa física.

 

Las palabras son muy poderosas; debemos pensar qué decimos y cómo lo decimos.

 

Máxima:

 

El que se enoja pierde.

 

Compromiso:

 

Hoy frenaré mi lengua y controlaré mis impulsos.

 

Que Dios y María Santísima te bendigan.

Mary y Jaime.

 

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