EL HIJO LE DECÍA A LA MAMÁ
- Sabes Mamá, estoy aquí en la cárcel porque aprendí y me acostumbré a romper reglas y a no cumplirlas.
- ¡Ay hijo!, es que de chiquito te ponías tan difícil, cada vez que yo te daba una orden o una instrucción, me desafiabas y hacías unos berrinches tales que yo no lo soportaba y te dejaba hacer y deshacer con tal de evitarme conflictos y de que estuvieras calladito y complacido para que tu Papá no me dijera: ¡Calla a ese niño!
Desde que tenías 3 o 4 años, cuando yo te decía:
Cómete tus verduras para que crezcas sano y fuerte; me decías: Yo no quiero ser sano ni fuerte, no me importa, ¡déjame en paz!
Recoge tu cuarto: No voy a recoger nada, así estoy contento, ¡si quieres recógelo tú!
No destruyas las cosas, cuídalas: No me importa yo quiero jugar así, y si no me compras cosas nuevas, gritaré y lloraré hasta que me las compres.
En esta casa se hace lo que yo digo: No Mamá, no lo haré, ¡ya no te quiero y si me hablas así, me voy a ir a otra casa!
¡Basta ya mama!, sólo dime: ¿Cómo fue que siendo un adulto le creíste y obedeciste a un niño tan chiquito?
Hoy a mis 23 años estoy destrozado, infeliz y sin futuro; le quité la vida a una criatura y de paso les arruiné el resto de la vida a ti y a mi padre.
La vida en la cárcel es horrible. Debiste ser firme conmigo, Debiste disciplinarme.
Mira en donde he caído por tu falta de responsabilidad.
Que Dios y María Santísima te bendigan. Mary y Jaime.