Padre Juan José Martínez Segovia.
Noviembre 6 de 2016.
Querida Familia de Dios.-
Hay una pregunta que, casi siempre en estas fechas cercanas al día de difuntos, o cuando participamos de algún funeral nos hacemos: ¿Qué va a pasar con nosotros al morir? ¿A dónde vamos a ir después de esta vida?
Como cristianos, sabemos que al morir: "nos vamos a ir al cielo", pero ¿cómo es el cielo? San Juan Pablo II lo definió así: "El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha".
El Papa Francisco, unido a lo expresado por san Juan Pablo II, dice que el cielo, más que un lugar, es un "estado" del alma, donde nuestras expectativas más profundas se realizarán de modo superabundante, y nuestro ser como criaturas y como hijos de Dios, llegará a la plena maduración.
Al final de nuestro caminar por este mundo, dice el Papa, seremos revestidos por la alegría, la paz y el amor de Dios de modo completo, sin límite alguno, y estaremos cara a cara con Él (Cf. 1 Cor 13,12).
Pensar en el cielo es algo hermoso, especialmente porque todos nos encontraremos allá, en la Casa del Padre, y esto no es algo inalcanzable, todos estamos llamados a vivirlo, ya que por Jesucristo, quien ha entregado su vida por nosotros, hemos obtenido esta gracia infinita, la eternidad.
¿Qué nos corresponde hacer ahora, mientras llega el momento de encontrarnos "cara a cara" con nuestro Creador? Muy simple: Hagamos siempre el bien, amando a Dios y a nuestro prójimo.
No nos conformemos con ser buenos, hagamos que ese bondad sea realidad en cada una de nuestras acciones cotidianas.
Ocupémonos por vivir este tiempo de peregrinación a la eternidad haciendo presente el cielo que nos ha sido prometido, no nos esperemos hasta el final, pensando que mañana tendremos una oportunidad para hacer o decir lo que nos corresponde.
Hoy es el día que el Señor ha dispuesto para que vivamos y compartamos la vida que Él nos comparte en el amor.
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viernes, 6 de noviembre de 2020
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