jueves, 27 de noviembre de 2014

LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO.

LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO

IDEAS

EVANGELII GAUDIUM DEL PAPA  FRANCISCO

El Papa Francisco nos invita a ser audaces discípulos misioneros de Cristo, compartiendo el gozo del Evangelio.

La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús.

Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.

El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada.

Pido a cada cristiano que renueve su encuentro personal con Cristo.

El Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría.

Un evangelizador no debería tener cara de funeral.

Cristo siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad.

La evangelización convoca a todos, y se realiza fundamentalmente en tres ámbitos: A). La pastoral ordinaria. B). Las personas bautizadas que no viven las exigencias del Bautismo. C). Quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado.

Hace falta pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera.

La evangelización obedece al mandato misionero de Jesús.

La iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que "primerean", que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan.

"Primerear" es la experiencia de la iniciativa del Señor, que nos ha "primereado" en el amor, y como Él, buscar a los lejanos y excluidos, para brindar misericordia.

La parroquia es presencia eclesial en el territorio.

La parroquia puede tomar formas muy diversas que requieren docilidad y creatividad misionera del Pastor y de la comunidad. Esto supone que esté en contacto con los hogares y con la vida del pueblo.

El Obispo debe favorecer los mecanismos de participación que propone el Código de Derecho Canónico y otras, con el deseo de escuchar a todos y no sólo a algunos que le acaricien los oídos.

También el papado y las estructuras centrales de la Iglesia universal necesitan conversión pastoral.

Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores.

Lo importante es no caminar solos, contar siempre con los hermanos y especialmente con la guía de los obispos, en un sabio discernimiento pastoral.

El anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario.

Santo Tomás de Aquino enseñaba que en el mensaje moral de la Iglesia también hay una jerarquía, en las virtudes y en los actos que de ellas proceden. En sí misma la misericordia es la más grande de las virtudes, ya que a ella pertenece volcarse en otros y, más aún, socorrer sus deficiencias.

El Evangelio invita ante todo a responder a Dios amante que nos salva, reconociéndolo en los demás y saliendo de nosotros mismos para buscar el bien de todos.

A los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de torturas, sino el lugar de la misericordia del Señor que nos estimula a hacer el bien posible.

La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles.

La Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas.

Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo.

Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido de vida.

El miedo y la desesperación, incluso en los llamados países ricos. La falta de respeto y la violencia crecen, la inequidad es cada vez más patente.

Hoy tenemos que decir "No a una economía de la exclusión y la inequidad".

Se considera al ser humano como un bien de consumo.

Hemos dado inicio a la cultura del "descarte". Con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive.

La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡La negación de la primacía del ser humano!

Tras esta actitud se esconde el rechazo de la ética y el rechazo de Dios.

Una reforma financiera que no ignore la ética, requeriría un cambio de actitud enérgico por parte de los dirigentes políticos.

¡El dinero debe servir, y no gobernar!

Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética a favor del ser humano.

Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia.

En la cultura predominante, el primer lugar está ocupado por lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo rápido, lo superficial, lo provisorio. Lo real cede lugar a la apariencia.

En muchos países, la globalización ha significado un acelerado deterioro de las raíces culturales con la invasión de tendencias pertenecientes a otras culturas, económicamente desarrolladas pero éticamente debilitadas.

La fe católica de muchos  pueblos se enfrenta hoy con el desafío de la proliferación de nuevos movimientos religiosos (que)…vienen a llenar, dentro del individualismo imperante, un vacío dejado por el racionalismo secularista.

Si nuestro pueblo bautizado no experimenta su pertenencia a la Iglesia, se debe también a la existencia de unas estructuras y a un clima poco acogedores en algunas de nuestras parroquias o comunidades, o a una actitud burocrática.

En muchas partes hay un predominio de lo administrativo sobre lo pastoral, así como una sacramentalización sin otras formas de evangelización.

El proceso de secularización tiende a reducir la fe y la Iglesia al ámbito de lo privado y de lo íntimo. Además, al negar toda trascendencia, ha producido una creciente deformación ética, un debilitamiento del sentido del pecado personal y social y un progresivo aumento del relativismo, que ocasiona una desorientación generalizada.

Es necesaria una educación que enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un camino de maduración de valores.

A pesar de toda la corriente secularista que invade las sociedades, en muchos países la Iglesia católica es una institución creíble ante la opinión pública, en lo que respecta al ámbito de la solidaridad y la preocupación por los más carenciados.

La Iglesia católica ha servido de mediadora en la solución de conflictos, en la defensa de la vida, de los derechos humanos y ciudadanos, etc. ¡Cuánto  aportan las escuelas y universidades católicas en todo el mundo!

La familia, célula básica de la sociedad, atraviesa una crisis cultural profunda.

Por otra parte, se manifiesta una sed de participación de numerosos ciudadanos que quieren ser constructores del desarrollo social y cultural.

Es imperiosa la necesidad de evangelizar las culturas para inculturar el Evangelio.

 

En el caso de las culturas populares de pueblos católicos, podemos reconocer algunas debilidades que todavía deben ser sanadas por el Evangelio: machismo, alcoholismo, violencia doméstica, escasa participación en la Eucaristía, creencias fatalistas o supersticiosas que hacen recurrir a la brujería, etc. Pero es precisamente la piedad popular el mejor punto de partida para sanarlas y liberarlas.

Cristo vive entre los ciudadanos promoviendo la solidaridad, la fraternidad, el deseo de bien, de verdad, de justicia.

Es necesario llegar allí donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas.

No hay que olvidar que la ciudad es un ámbito multicultural. La Iglesia está llamada a ser servidora de un difícil diálogo.

El aporte de la Iglesia en el mundo actual es enorme.

Nuestro dolor y nuestra vergüenza por los pecados de algunos miembros de la Iglesia, y por los propios, no deben hacer olvidar cuántos cristianos dan la vida por amor.

No nos dejemos robar el entusiasmo misionero.

Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre.

Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo.

Hay que seguir adelante y recordar lo que el Señor dijo  a san Pablo: "Te basta mi gracia, porque mi fuerza se manifiesta en la debilidad".

El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria.

¡No nos dejemos robar la esperanza!

Las mayores posibilidades de comunicación se traducirán en más posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos.

El Hijo de Dios en su Encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura.

La mundanidad espiritual es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal.

En algunos hay un cuidado ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, pero sin preocuparles que el Evangelio tenga una real inserción en el Pueblo de Dios.

¡Atención a la tentación de la envidia! ¡Estamos en la misma  barca y vamos hacia el mismo puerto!

¡No nos dejemos robar el ideal de amor fraterno!

A los cristianos de todas las comunidades del mundo, quiero pediros especialmente un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente.

La formación de  laicos y la evangelización de grupos profesionales e intelectuales constituyen un desafío pastoral importante.

La iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad.

Todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia. El sacerdocio reservado a los varones no se pone en discusión.

¡Qué bueno que los jóvenes sean "callejeros de la fe", felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza!

En muchos lugares escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.

Donde hay vida, fervor, ganas de llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones genuinas.

Es conveniente escuchar a los jóvenes y a los ancianos, ambos son la esperanza de los pueblos.

Seamos realistas, pero sin perder la alegría, la audacia y la entrega esperanzada.

No nos dejemos robar la fuerza misionera.

La salvación que Dios nos ofrece es obra de su misericordia.

Ser Iglesia es ser Pueblo de Dios. Ser el lugar de la misericordia, donde todo mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio.

Miremos a los primeros discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada de Jesús, salían a proclamarlo gozosos.

Las expresiones de piedad popular tienen mucho que enseñarnos, son un lugar teológico al que debemos prestar atención, particularmente a la hora de pensar la nueva evangelización.

Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata.

El anuncio a la cultura implica también un anuncio a las culturas profesionales, científicas y académicas. Se trata del encuentro entre la fe, la razón y las ciencias.

La preparación de la predicación (homilía) es una tarea tan importante que conviene dedicarle un tiempo prolongado de estudio, oración, reflexión y creatividad pastoral.

La Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la Eucaristía, alimenta y refuerza interiormente a los cristianos y los vuelve capaces de un auténtico testimonio evangélico en la vida cotidiana.

Una auténtica fe siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo.

Todos los cristianos están llamados a preocuparse por la construcción de un mundo mejor.

Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres.

La peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual.

La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria.

Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema.

La inequidad es raíz de los males sociales.

La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común.

Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo y la vida de los pobres.

Jesús, el evangelizador por excelencia y el Evangelio en persona, se identifica especialmente con los más pequeños.

Todos los cristianos estamos llamados a cuidar a los más frágiles de la tierra: los sin techo, los toxico dependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados, los migrantes.  No nos hagamos los distraídos.

Doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia. Entre ellas encontramos constantemente los más admirables gestos de heroísmo cotidiano.

Entre esos débiles que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, a quienes se les quiere negar su dignidad humana quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo.

Los seres humanos no somos meros beneficiarios, sino custodios de las demás criaturas.

Cuatro principios para avanzar en la construcción de un pueblo: El tiempo es superior al espacio. Este principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos. Nada de ansiedad, pero sí convicciones claras y tenacidad.

El conflicto no puede ser ignorado o disimulado. Ha de ser asumido. La manera más adecuada de situarse ante el conflicto es aceptarlo, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso. La unidad es superior al conflicto.

El todo es más que la parte. Siempre hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos.

La evangelización también implica un camino de diálogo: el diálogo con los Estados, con la sociedad -que incluye el diálogo con las culturas y con las ciencias- y con otros creyentes que no forman parte de la Iglesia Católica.

Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo, que oran y trabajan. La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido. Urge recobrar un espíritu contemplativo.

El verdadero misionero sabe que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él.

Unidos a Jesús, buscamos lo que Él busca, amamos lo que Él ama. Lo que buscamos es la Gloria del Padre.

Solamente puede ser misionero alguien que se sienta bien buscando el ben de los demás, deseando la felicidad de los otros.

Para mantener vivo el ardor misionero hace falta una decidida confianza en el Espíritu Santo.

En la cruz, Jesús nos dejaba a su madre como madre nuestra. Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida.

Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia.

María camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios. Dice al oído: "No se turbe tu corazón. ¿No estoy yo aquí que soy tu madre?

En María vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles, sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes.

María es la Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás sin demora.

Que Dios y María Santísima te bendigan.   Mary y Jaime.

 

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