LA GRANDEZA DE LO PEQUEÑO
Un par de peregrinos tocarán a la puerta de nuestro corazón pidiendo un  lugar para que el Hijo de Dios pueda nacer. 
  Por: H. Christian David Garrido F. L.C. | Fuente:  Catholic.net
En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el  Espíritu Santo, y dijo: « Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,  porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes, y se las has  revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha  sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y  quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. »
  Volviéndose a los  discípulos, les dijo aparte: « ¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque  os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no  lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron. (Lc. 10. 21-24). 
"Yo te alabo, Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y las revelaste a los pequeños.
" Estas palabras encierran un  misterio y una paradoja para la lógica humana. Los más grandes acontecimientos  de su vida, Cristo no los quiso revelar a quienes, según el mundo, son "los  sabios y prudentes". Él tiene una manera diferente para calificar a los  hombres.
  
  Para Dios no existen los instruidos y los iletrados, los fuertes y los débiles,  los conocedores y los ignorantes. No busca a las personas más capaces de la  tierra para darse a conocer, sino a las más pequeñas, pues sólo estas poseen la  única sabiduría que tiene valor: la humildad.
  
  Las almas humildes son aquellas que saben descubrir la mano amorosa de Dios en  todos los momentos de su vida, y que con amor y resignación se abandonan con  todas sus fuerzas a la Providencia divina, conscientes de que son hijos amados  de Dios y que jamás se verán defraudadas por Él. La humildad es la llave  maestra que abre la puerta de los secretos de Dios. Es la gran ciencia que nos  permite conocerle y amarle como Padre, como Hermano, como Amigo.
Esforcémonos,  pues, por ser almas sencillas, almas humildes que sean la alegría y la  recreación de Dios. Cristo niño volverá a nacer en medio de la más profunda  humildad como lo hiciera hace más de dos mil años. Un par de peregrinos tocarán  a la puerta de nuestro corazón pidiendo un lugar para que el Hijo de Dios pueda  nacer. ¿Cómo podremos negarle nuestro corazón a Dios, que nos pide un corazón  humilde y sencillo en el cual pueda nacer?
  
  "Dichosos los ojos que ven  lo que ustedes ven, porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron  ver lo que ustedes ven, y no lo vieron, y oír lo que oyen, y no lo oyeron."
Que Dios y María Santísima te bendigan. Mary y Jaime.
 
