Somos como satélites; entre nosotros debe haber una equidistancia que pueda mantener un estado de salud en nuestra relación.
Nuestra vida para que sea digna debe convertirse en un continuo girar dentro de una delicada geometría de nuestras esferas celestes.
Las órbitas de los planetas suelen ser elípticas; a veces más cerca y a veces más lejanos, pero nunca en la misma distancia.
Los cuerpos celestes conocen sus leyes: Se acercan o se alejan. Se trata de la sabiduría de Dios aplicada al Cosmos, que bien debiera inspirar nuestra propia astronomía relacional.
Que Dios y María Santísima te bendigan. Mary y Jaime.