viernes, 7 de junio de 2013

DESEA QUE YO PIERDA LA PAZ.

DESEA QUE YO PIERDA LA PAZ

 

(Extracto de  reflexión dominical del padre Rogelio Narváez Martínez)

 

 

El Señor nos invita para que nos liberemos de aquello que nos esclaviza y tal cómo la crisálida se despoja del capullo para desplegar sus alas, que nosotros aprendamos a quitarnos nuestras propias cargas.

El Cardenal Fulton Sheen, que de Dios goce, comentaba que en su infancia pasaba los veranos en la casa parroquial de la comunidad a la que pertenecía y que acompañaba al señor cura en sus recorridos pastorales y junto con sus hermanos ayudaban en el mantenimiento de aquel templo comunitario. Menciona que todos los días acompañaba al señor cura que iba a comprar el periódico en el único puesto de periódicos que se encontraba cercano y que veía cómo se tenía que topar con un hombre que retador le insultaba: "Ya viene cura nahualón", "explotador de ignorantes",... Y así, ¡todos los días!

Uno de esos días el expendedor de periódicos le aventó el cambio del dinero en el mostrador y las monedas cayeron al suelo, y allí estaba el cura recogiendo las monedas mientras que aquel niño veía aquella escena con incomodidad al sentir que la sangre le hervía en las venas.

De regreso al curato aquel niño no pudo dejar de preguntarle el porqué soportaba tantas humillaciones, a lo que el cura le dijo algo que Fulton Sheen recordará toda la vida:

"Fulton, este hombre está buscando que yo pierda la paz y en el momento en que lo logre le estaré dando la razón y obtendrá la mejor de sus victorias.

Hijo, considero que él no tiene por qué decidir sobre mis emociones".

Estimado amigo:

Se necesita demasiada madurez para llegar a esta comprensión:

"Lo que los demás hagan conmigo no depende de mí, lo único que depende de mí es lo que yo haga con lo que los demás me hacen".

Ojalá comprendiéramos que el otro puede "estimular" mis emociones, pero no "causarlas". Solamente así podremos ser libres.

El mal que el otro hace puede ser una explicación para nuestro actuar, pero siempre será nuestra la responsabilidad de la respuesta que ofrezcamos.

Las acciones de los demás pueden explicar pero no precisamente justificar las mías.

Recuerda que nuestros enemigos no suelen ser quienes nos odian sino aquellos a quienes nosotros llegamos a odiar.

Y aunque te parezca extraño que yo te lo diga, ojalá que ellos te lo mencionaran, los psicólogos coinciden en un dato: es el rencor depositado en muchos corazones lo que está enfermando a la gente.

Que Dios y María Santísima te bendigan.   Mary y Jaime.

 

 

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