viernes, 22 de noviembre de 2013

EN LA RECEPCIÓN DE UNA OFICINA.

EN LA RECEPCIÓN DE UNA OFICINA

Aléjate de la muchedumbre y de su afán de fama y oro.

Nunca vuelvas atrás la vista una vez que hayas cerrado tu puerta a la codicia y a la ambición.

Sécate las lágrimas del fracaso y el infortunio.

Pon a un lado tu carga, y descansa hasta que tu corazón haya recuperado la calma.

Consérvate en paz, pues es más tarde de lo que piensas.

Tu vida terrena es un parpadeo entre dos eternidades.

Desecha todo temor, nada puede dañarte, solamente tú mismo.

Concentra tu energía; estar en todas partes es tanto como no estar en ninguna.

Sé celoso de tu tiempo, porque es un gran tesoro.

Recapacita sobre tus metas.

Aprecia lo que tienes; no envidies a nadie; y piensa cuántos quisieran estar en tu lugar.

Lleva a cabo la tarea que tienes a tu alcance; todos los grandes éxitos resultan de trabajar y saber esperar.

Sé paciente; Dios tiene sus planes.

Mantente firme y no te dejes corromper.

Lo que siembres, bueno o malo, eso será lo que  coseches.

Jamás culpes a los demás por tu situación; eres lo que eres por decisión tuya, eso es  todo.

Aprende a vivir en una pobreza honrada; sí, así debe ser.

Ocúpate en cosas más importantes que en llevar oro a la tumba.

Nada de sentirte menos ante los problemas.

La ansiedad es dañina, y cuando agregas las cargas de mañana a las de hoy, su peso resulta intolerable.

Cuídate de las personas negativas y de los que viven quejándose.

Huye de las malas compañías, y aprende de los errores.

Da gracias por tus derrotas; no las sufrirías si no las necesitaras.

Sé cuidadoso; no cargues tu conciencia, y lleva tu vida por el  buen camino, como si todo el mundo te estuviera viendo.

Evita la fanfarronería; sé humilde, y no hagas menos a nadie.

Trata con ternura las vidas que tocas, como si todas debieran acabarse a media noche.

Ama a todos; el odio es un lujo que no puedes permitirte.

Busca a los necesitados y ayuda.

Aprende que el que da con una mano, recogerá siempre con las dos.

Consérvate en buen estado de ánimo.

Recuerda que se necesita muy poco para llevar una vida feliz.

Mira hacia arriba; camina hacia adelante y tómate siempre de la mano de Dios.

Recorre en silencio tu camino; sé discreto y no pregones el ben que haces.

Aférrate a Dios con sencillez y marcha por el sendero que te llevará al Cielo.

Cuando partas, todos dirán que tu legado fue dejar un mundo mejor que el tú encontraste.

Que Dios y María Santísima te bendigan.   Mary y Jaime.

 

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