No digas todo lo que sabes, pero siempre debes saber lo que dices. Haz lo que merezca recompensa, pero no pretendas obtenerla. Si tienes necesidades, quéjate ante ti mismo, y ante nadie más. Ten siempre algo bueno en tu mente. Simplemente haz el bien, y no te preguntes por lo que de ello resulte.
Se amable con todos. Recuerda que no es libre aquél que puede hacer lo que quiere, sino que es libre aquél que puede hacer lo que debe hacer; y no es sabio el que cree que sabe, sino aquél que se percató de su ignorancia, y logró sobreponerse a la vanidad.
Cuida de tu cuerpo, pero no de tal manera como si fuera tu alma.
Nuestro cuerpo es templo del espíritu Santo; debemos cuidarlo con ejercicio, sana alimentación, respeto, buenos pensamientos, descanso apropiado, sueño suficiente; y con mucha bondad.
Que Dios y María Santísima te bendigan. Mary y Jaime.