jueves, 7 de julio de 2011

DESPRENDIMIENTO.

(Extracto de reflexión dominical del padre Rogelio Narváez Martínez).

Así como el oro se depura, así también yo he de ser purificado y santificado para poder servir a Dios. Y aquí, tengo que considerar el despojarme de aquello que me sobra, que me daña o que daña a los demás.

Lo que impide mi vida cristiana no es lo que me falta sino lo que me sobra: egoísmo, autosuficiencia, materialismo, competencias, orgullo y soberbia. Hablar de conversión es hablar del desprendimiento total.

Solamente se brilla cuando se arde, solamente ilumino cuando me consumo.  Y es aquí en donde tengo que asimilar que debo aprender a pagar el costo de ser luz y no tenerle miedo a desgastarme, sabiendo que será la única manera de que sea útil a los demás.

 El don es el iluminar, el que brille, el que sea útil; la tarea es el arder, el consumirme, el dar la vida.

La conversión es necesaria, ya que nunca estamos donde el Señor está... Si tú y yo no amamos al prójimo como Jesús lo ama, ¡necesitamos conversión! Si tú y yo no vemos al prójimo como Jesús lo ve, ¡necesitamos conversión!   Si tú y yo no tratamos al prójimo como Jesús lo trataría,  ¡necesitamos conversión!

Que Dios y María Santísima te bendigan.     Mary y Jaime.

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