domingo, 6 de noviembre de 2011

MI APORTACIÓN.

 

El Hijo de Dios ha pedido prestado un pesebre para nacer; pidió una barca para predicar.

Mandó pedir un asno prestado para entrar a Jerusalén; poco tiempo después mandó pedir prestado un lugar para celebrar la Última Cena.

Al final, habrá necesidad de que se pida un sepulcro vacío para que descanse Aquél que efectivamente no tiene donde reclinar la cabeza.

Será en un sepulcro prestado en donde suceda el acontecimiento más grande en la historia: LA RESURRECCIÓN.

Dios se permite tomar algunas cosas de los hombres para recordarnos que todo procede de Él.

Y así, Dios, en sus milagros de todo tiempo, ha querido necesitar de la aportación del hombre; aunque sea el estirar nuestra mano para tocar la orla de su manto, el gritar para que me oigan aunque se molesten algunos, el lanzar la red aún a pesar del cansancio y la desilusión, el llenar de agua los odres de las purificaciones, el quitar la piedra de un sepulcro en dónde está depositado Lázaro.

Dios nos invita para que pongamos nuestros cinco panes y nuestros dos pescados en las manos de Dios.

El Señor nos invita para que colaboremos con su obra.  

Él nos ha prometido como recompensa de nuestras acciones, aparte de la vida eterna, el ciento por uno.

Pero nunca existirá el Ciento, si yo no soy capaz de poner en las manos de Dios el Uno que debo aportar.

Máxima:

Dios premia el esfuerzo.

Que Dios y María Santísima te bendigan.     Mary y Jaime.

 

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