lunes, 21 de noviembre de 2011

SI TÚ HACES LO POSIBLE, DIOS HARÁ LO IMPOSIBLE.

El niño se puso su ropa para el frío y le dijo a su padre: OK, papá, estoy listo.
Su papá, le dijo: ¿Listo para qué?


Papá, es hora de ir afuera y repartir nuestros volantes. El papá respondió: Hijo, está muy frío afuera y está lloviznando.

El niño miró sorprendido a su padre y le dijo: Papá, la gente necesitan saber de Dios aún en los días lluviosos.  El Papá contestó: Hijo yo no voy a ir afuera con este tiempo.


El niño dijo: Papá, ¿puedo ir yo solo? Por favor. Sí, puedes ir. Aquí tienes los volantes, ten cuidado.


Gracias, papá.
Y con esto, el hijo se fue debajo de la lluvia. El niño de 11 años caminó todas las calles del pueblo, repartiendo los volantes a las personas que veía.

Después de 2 horas caminando bajo la lluvia, y con frío miró su último volante. Entonces él se viró hacia la primera casa que vio, caminó hasta la puerta del frente, tocó el timbre varias veces y esperó, pero nadie salió.


Finalmente el niño se volteó para irse, pero algo lo detuvo. El niño se volteó nuevamente hacia la puerta y comenzó a tocar el timbre y a golpear la puerta con insistencia.


Salió una señora con una mirada muy triste y suavemente le preguntó:
¿Qué puedo hacer por ti, hijo?

Con unos ojos radiantes y una sonrisa que le cortaba las palabras, el niño dijo:
Señora, lo siento si la molesté, pero sólo quiero decirle que DIOS REALMENTE LA AMA. y vine para darle mi último volante que habla sobre DIOS y SU GRAN AMOR.


Ella dijo: gracias, hijo, y que DIOS te  bendiga.

El siguiente domingo por la mañana,  el padre estaba en MISA, y preguntó:

¿Alguien tiene un testimonio que quiera compartir?


Una señora mayor se puso de pie y dijo:
Nadie en esta iglesia me conoce. Nunca había estado aquí, incluso todavía el domingo pasado no era CATÓLICA.


Mi esposo murió hace un tiempo atrás dejándome totalmente sola en este mundo. El domingo pasado fue un día particularmente frío y lluvioso, y también lo fue en mi corazón.

 

Ese día ya no tenía esperanza alguna, ni ganas de vivir.  Me sentía muy sola, con el corazón destrozado. Quería morir, cuando de repente escuché el sonido fuerte del timbre de la puerta.  Entonces pensé, Esperaré un minuto y quien quiera que sea se irá.

Yo esperé y esperé, pero el timbre de la puerta cada vez era más insistente, y luego la persona comenzó a golpear la puerta con fuerza.

Entonces me pregunté: ¿quién podrá ser?
Jamás nadie toca mi puerta ni vienen a verme.
Fui hasta la puerta, mientras el timbre seguía sonando cada vez con mayor insistencia.

Cuando abrí la puerta no podía creer lo que veían mis ojos, frente a mi puerta estaba el más radiante y angelical niño que jamás había visto.


Su sonrisa, nunca podré describirla. Las palabras que salieron de su boca hicieron que mi corazón, muerto hace tanto tiempo, volviera a la vida, cuando dijo con voz angelical: SEÑORA, sólo quiero decirle que DIOS realmente la ama.

Cuando el pequeño ángel desapareció entre el frío y la lluvia, cerré mi puerta y leí cada palabra del volante.

Entonces di gracias a Dios.

 

Como ven, ahora soy feliz, pues sé que Dios me ama.

 

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