LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO 
    IDEAS
    EVANGELII  GAUDIUM DEL PAPA  FRANCISCO
    El  Papa Francisco nos invita a ser audaces discípulos misioneros de Cristo,  compartiendo el gozo del Evangelio.
    La  alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se  encuentran con Jesús.
    Con  Jesucristo siempre nace y renace la alegría.
    El  gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo,  es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la  búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada.
    Pido a cada cristiano que renueve su encuentro personal con Cristo.
    El  Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a  la alegría.
    Un evangelizador no debería tener cara de funeral.
    Cristo  siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad.
    La  evangelización convoca a todos, y se realiza fundamentalmente en tres ámbitos:  A). La pastoral ordinaria. B). Las personas bautizadas que no viven las  exigencias del Bautismo. C). Quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han  rechazado.
    Hace falta pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral  decididamente misionera.
    La  evangelización obedece al mandato misionero de Jesús.
    La iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que  "primerean", que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan.
    "Primerear" es la experiencia de la iniciativa del Señor, que nos ha  "primereado" en el amor, y como Él, buscar a los lejanos y excluidos, para  brindar misericordia.
    La parroquia es presencia eclesial en el territorio.
    La parroquia puede tomar formas muy diversas que requieren docilidad y  creatividad misionera del Pastor y de la comunidad. Esto supone que esté en  contacto con los hogares y con la vida del pueblo.
    El Obispo debe favorecer los mecanismos de participación que propone el  Código de Derecho Canónico y otras, con el deseo de escuchar a todos y no sólo  a algunos que le acaricien los oídos.
    También  el papado y las estructuras centrales de la Iglesia universal necesitan  conversión pastoral.
    Invito  a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las  estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores.
    Lo  importante es no caminar solos, contar siempre con los hermanos y especialmente  con la guía de los obispos, en un sabio discernimiento pastoral.
    El  anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más grande, lo más atractivo y  al mismo tiempo lo más necesario.
    Santo  Tomás de Aquino enseñaba que en el mensaje moral de la Iglesia también hay una  jerarquía, en las virtudes y en los actos que de ellas proceden. En sí misma la  misericordia es la más grande de las virtudes, ya que a ella pertenece volcarse  en otros y, más aún, socorrer sus deficiencias.
    El  Evangelio invita ante todo a responder a Dios amante que nos salva,  reconociéndolo en los demás y saliendo de nosotros mismos para buscar el bien  de todos.
    A los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala  de torturas, sino el lugar de la misericordia del Señor que nos estimula a  hacer el bien posible.
    La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental,  no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para  los débiles.
    La Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para  cada uno con su vida a cuestas.
    Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo.
    Si  algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos  hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con  Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de  sentido de vida.
    El  miedo y la desesperación, incluso en los llamados países ricos. La falta de  respeto y la violencia crecen, la inequidad es cada vez más patente.
    Hoy  tenemos que decir "No a una economía de la exclusión y la inequidad".
    Se  considera al ser humano como un bien de consumo.
    Hemos  dado inicio a la cultura del "descarte". Con la exclusión queda afectada en su  misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive.
    La  crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una  profunda crisis antropológica: ¡La negación de la primacía del ser humano!
    Tras  esta actitud se esconde el rechazo de la ética y el rechazo de Dios.
    Una  reforma financiera que no ignore la ética, requeriría un cambio de actitud  enérgico por parte de los dirigentes políticos.
    ¡El  dinero debe servir, y no gobernar!
    Os  exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las  finanzas a una ética a favor del ser humano.
    Hoy  en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la  exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos  será imposible erradicar la violencia.
    En  la cultura predominante, el primer lugar está ocupado por lo exterior, lo  inmediato, lo visible, lo rápido, lo superficial, lo provisorio. Lo real cede  lugar a la apariencia.
    En  muchos países, la globalización ha significado un acelerado deterioro de las  raíces culturales con la invasión de tendencias pertenecientes a otras  culturas, económicamente desarrolladas pero éticamente debilitadas.
    La  fe católica de muchos  pueblos se  enfrenta hoy con el desafío de la proliferación de nuevos movimientos  religiosos (que)…vienen a llenar, dentro del individualismo imperante, un vacío  dejado por el racionalismo secularista.
    Si nuestro pueblo bautizado no experimenta su pertenencia a la Iglesia,  se debe también a la existencia de unas estructuras y a un clima poco  acogedores en algunas de nuestras parroquias o comunidades, o a una actitud  burocrática.
    En muchas partes hay un predominio de lo administrativo sobre lo  pastoral, así como una sacramentalización sin otras formas de evangelización.
    El  proceso de secularización tiende a reducir la fe y la Iglesia al ámbito de lo  privado y de lo íntimo. Además, al negar toda trascendencia, ha producido una  creciente deformación ética, un debilitamiento del sentido del pecado personal  y social y un progresivo aumento del relativismo, que ocasiona una  desorientación generalizada.
    Es  necesaria una educación que enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un  camino de maduración de valores.
    A  pesar de toda la corriente secularista que invade las sociedades, en muchos  países la Iglesia católica es una institución creíble ante la opinión pública,  en lo que respecta al ámbito de la solidaridad y la preocupación por los más  carenciados.
    La  Iglesia católica ha servido de mediadora en la solución de conflictos, en la  defensa de la vida, de los derechos humanos y ciudadanos, etc. ¡Cuánto  aportan las escuelas y universidades  católicas en todo el mundo!
    La  familia, célula básica de la sociedad, atraviesa una crisis cultural profunda.
    Por  otra parte, se manifiesta una sed de participación de numerosos ciudadanos que  quieren ser constructores del desarrollo social y cultural.
    Es  imperiosa la necesidad de evangelizar las culturas para inculturar el  Evangelio.
     
    En  el caso de las culturas populares de pueblos católicos, podemos reconocer  algunas debilidades que todavía deben ser sanadas por el Evangelio: machismo,  alcoholismo, violencia doméstica, escasa participación en la Eucaristía,  creencias fatalistas o supersticiosas que hacen recurrir a la brujería, etc.  Pero es precisamente la piedad popular el mejor punto de partida para sanarlas  y liberarlas.
    Cristo  vive entre los ciudadanos promoviendo la solidaridad, la fraternidad, el deseo  de bien, de verdad, de justicia.
    Es  necesario llegar allí donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas.
    No  hay que olvidar que la ciudad es un ámbito multicultural. La Iglesia está  llamada a ser servidora de un difícil diálogo.
    El  aporte de la Iglesia en el mundo actual es enorme.
    Nuestro  dolor y nuestra vergüenza por los pecados de algunos miembros de la Iglesia, y  por los propios, no deben hacer olvidar cuántos cristianos dan la vida por  amor.
    No nos dejemos robar el entusiasmo misionero.
    Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es  la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y  desencantados con cara de vinagre.
    Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en  el triunfo.
    Hay que seguir adelante y recordar lo que el Señor dijo  a san Pablo: "Te basta mi gracia, porque mi  fuerza se manifiesta en la debilidad".
    El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo  tiempo es bandera de victoria.
    ¡No nos dejemos robar la esperanza!
    Las mayores posibilidades de comunicación se traducirán en más  posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos.
    El Hijo de Dios en su Encarnación, nos invitó a la revolución de la  ternura.
    La mundanidad espiritual es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la  gloria humana y el bienestar personal.
    En algunos hay un cuidado ostentoso de la liturgia, de la doctrina y  del prestigio de la Iglesia, pero sin preocuparles que el Evangelio tenga una  real inserción en el Pueblo de Dios.
    ¡Atención a la tentación de la envidia! ¡Estamos en la misma  barca y vamos hacia el mismo puerto!
    ¡No nos dejemos robar el ideal de amor fraterno!
    A los cristianos de todas las comunidades del mundo, quiero pediros  especialmente un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y  resplandeciente.
    La formación de  laicos y la  evangelización de grupos profesionales e intelectuales constituyen un desafío  pastoral importante.
    La iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad.
    Todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina  más incisiva en la Iglesia. El sacerdocio reservado a los varones no se pone en  discusión.
    ¡Qué bueno que los jóvenes sean "callejeros de la fe", felices de  llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza!
    En muchos lugares escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida  consagrada.
    Donde hay vida, fervor, ganas de llevar a Cristo a los demás, surgen  vocaciones genuinas.
    Es conveniente escuchar a los jóvenes y a los ancianos, ambos son la  esperanza de los pueblos.
    Seamos realistas, pero sin perder la alegría, la audacia y la entrega  esperanzada.
    No nos dejemos robar la fuerza misionera.
    La salvación que Dios nos ofrece es obra de su misericordia.
    Ser Iglesia es ser Pueblo de Dios. Ser el lugar de la misericordia,  donde todo mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir  según la vida buena del Evangelio.
    Miremos a los primeros discípulos, quienes inmediatamente después de  conocer la mirada de Jesús, salían a proclamarlo gozosos.
    Las expresiones de piedad popular tienen mucho que enseñarnos, son un  lugar teológico al que debemos prestar atención, particularmente a la hora de  pensar la nueva evangelización.
    Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata.
    El  anuncio a la cultura implica también un anuncio a las culturas profesionales,  científicas y académicas. Se trata del encuentro entre la fe, la razón y las  ciencias.
    La  preparación de la predicación (homilía) es una tarea tan importante que  conviene dedicarle un tiempo prolongado de estudio, oración, reflexión y  creatividad pastoral.
    La  Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la Eucaristía, alimenta y  refuerza interiormente a los cristianos y los vuelve capaces de un auténtico  testimonio evangélico en la vida cotidiana.
    Una  auténtica fe siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo.
    Todos  los cristianos están llamados a preocuparse por la construcción de un mundo  mejor.
    Cada  cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la  liberación y promoción de los pobres.
    La  peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual.
    La  opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una  atención religiosa privilegiada y prioritaria.
    Mientras  no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la  autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando  las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del  mundo y en definitiva ningún problema.
    La  inequidad es raíz de los males sociales.
    La  política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más  preciosas de la caridad, porque busca el bien común.
    Ruego  al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la  sociedad, el pueblo y la vida de los pobres.
    Jesús,  el evangelizador por excelencia y el Evangelio en persona, se identifica  especialmente con los más pequeños.
    Todos  los cristianos estamos llamados a cuidar a los más frágiles de la tierra: los  sin techo, los toxico dependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los  ancianos cada vez más solos y abandonados, los migrantes.  No nos hagamos los distraídos.
    Doblemente  pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y  violencia. Entre ellas encontramos constantemente los más admirables gestos de  heroísmo cotidiano.
    Entre  esos débiles que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los  niños por nacer, a quienes se les quiere negar su dignidad humana quitándoles  la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo.
    Los  seres humanos no somos meros beneficiarios, sino custodios de las demás  criaturas.
    Cuatro  principios para avanzar en la construcción de un pueblo: El tiempo es  superior al espacio. Este principio permite trabajar a largo plazo, sin  obsesionarse por resultados inmediatos. Nada de ansiedad, pero sí convicciones  claras y tenacidad.
    El conflicto no puede ser ignorado o disimulado.  Ha de ser asumido. La manera más adecuada de situarse ante el conflicto es  aceptarlo, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso. La  unidad es superior al conflicto.
    El todo es más que la parte. Siempre hay que ampliar la mirada para  reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos.
    La evangelización también implica un camino de diálogo:  el diálogo con los Estados, con la sociedad -que incluye el diálogo con las  culturas y con las ciencias- y con otros creyentes que no forman parte de la  Iglesia Católica.
    Evangelizadores  con Espíritu quiere decir evangelizadores que se abren sin temor a la acción  del Espíritu Santo, que oran y trabajan. La primera motivación para evangelizar  es el amor de Jesús que hemos recibido. Urge recobrar un espíritu  contemplativo.
    El  verdadero misionero sabe que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina  con él.
    Unidos  a Jesús, buscamos lo que Él busca, amamos lo que Él ama. Lo que buscamos es la  Gloria del Padre.
    Solamente  puede ser misionero alguien que se sienta bien buscando el ben de los demás,  deseando la felicidad de los otros.
    Para  mantener vivo el ardor misionero hace falta una decidida confianza en el  Espíritu Santo.
    En  la cruz, Jesús nos dejaba a su madre como madre nuestra. Ella es la misionera  que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida.
    Hay  un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia.
    María  camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía  del amor de Dios. Dice al oído: "No se turbe tu corazón. ¿No estoy yo aquí que  soy tu madre?
    En  María vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles, sino  de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes.
    María  es la Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los  demás sin demora.
    Que Dios y María Santísima te bendigan.   Mary y Jaime.