(Extracto de reflexión dominical del padre Rogelio Narváez Martínez)
El padre y el educador tienen que parecerse a un sembrador.
No pueden regatear las semillas de su ejemplo, de sus orientaciones, aún cuando caigan en terreno inhóspito, esto no les puede desanimar.
Deben ser pacientes: para aprender a sembrar a manos llenas y esperar. Entendamos que aunque fueran buena tierra los hijos, pueden pasar por etapas difíciles de la vida.
Deben tener esperanza: Si alguien no está convencido de que tarde o temprano recibirá buenos frutos, no tendrá nunca la ilusión en aquello que está realizando.
Finalmente deben comprender la diferencia que existe entre la tierra buena: No deben medir a todos los hijos con el mismo rasero. No se pueden exigir los mismos rendimientos.
Que Dios y María Santísima te bendigan. Mary y Jaime.