El médico Raúl Garza dirige un hospital de niños.
En vísperas de la Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Raúl decidió marcharse.
En su casa lo esperaban su esposa y sus tres hijos para festejar la Noche Buena.
Hizo un último recorrido por las salas. Viendo si estaba todo en orden; cuando sintió unos pasos que lo seguían.
Unos pasos como de nube, se volvió y descubrió que uno de los enfermitos estaba atrás.
En la penumbra, lo reconoció. Era un niño que estaba sólo. El médico reconoció su carita marcada por la enfermedad; esos ojitos que pedían perdón o quizá pedían permiso.
Raúl se acercó, y el niño le rozó con la mano:
"Usted dígale a alguien que yo estoy aquí". "Por favor, dígale, dígale a alguien". "No importa a quién". "No importa dónde".
"Basta con que le diga a alguien que yo estoy aquí.
La gente aún tiene corazón y quizá vendrá. No van a dejar a un niño sólo en la noche en que nace Jesús".
Solo y con la enfermedad en su rostro. Solo en el banquillo del hospital de niños. Solo mientras los cohetes festivos explotan en el cielo. El niño está enfermo; se siente muy solo.
"Usted, dígale, Dígale a alguien que yo estoy aquí".
Ese niño está enfermo, está marcado por la muerte; peor aún, está solo, completamente solo. Y es Nochebuena, y él lo sabe.
¿Esta Navidad, ayudaré a los necesitados? ¿Seré generoso? ¿Saldré de mi egoísmo? ¿Compartiré lo mío con los pobres? ¿Seré desprendido?
Máxima:
Quien dice amar a Dios y no ama al próximo, es un mentiroso.
Mi compromiso: Hoy…
Que Dios y María Santísima te bendigan. Mary y Jaime.