Mi mirada debe estar puesta en el Cielo, que es allá en donde está mi meta. Si visualizo mi destino, soportaré el cansancio y la desilusión.
¡Qué me puede importar el que me falte mucho o poco, si es que voy en dirección correcta!
Mi vida diaria debiera iniciar con ese ánimo dispuesto a afrontar mis responsabilidades, aún sin saber con certeza lo que me depara el día, pero con plena confianza en Dios.
Que Diosito y la Virgencita te bendigan. Mary y Jaime.