Comunícase Dios, en esta interior unión, al alma, con tantas veras de amor, que no hay afición de madre que con tanta ternura acaricie a su hijo, ni amor de hermano, ni amistad de amigo que se le compare.
Porque aun llega a tanto la ternura y verdad de amor con que el inmenso Padre regala y engrandece a esta humilde y amorosa alma, que Él se sujeta verdaderamente a ella para engrandecerla, como si Él fuese su siervo y ella fuese su señor; y está tan solícito en regalarla, como si Él fuese su esclavo y ella fuese su Dios. ¡Tan profunda es la humildad y dulzura de Dios!
Que Dios y María Santísima te bendigan. Mary y Jaime.